LA TRASHUMANCIA EN LA SIERRA DE SAN PEDRO

Publicado en Cañadas reales
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JESÚS GARZÓN Asociación Concejo de la Mesta

1567

El saneamiento ganadero ha arruinado a muchos pastores. No ha tenido respeto por nosotros y por nuestras tradiciones, y menos por la trashumancia. Cuando se den cuenta ya será demasiado tarde. Nosotros moriremos pero la trashumancia no. Un saludo para todos los pastores de España.

Ernest Sitges i Camps

Pastor del Alt Berguedá (Cataluña)

INTRODUCCION

La trashumancia es el desplazamiento estacional de los ganados, que en primavera ascienden hacia las montañas cuando se secan los pastos y el agua en las zonas bajas, regresando en otoño hacia los valles cuando las nevadas cubren las cumbres. Estos recorridos, de hasta 600 y 800 km., se realizan con los animales andando lentamente, “al paso de una mujer hilando”, para que pasten y se repongan mientras caminan. Los rebaños de ovejas y cabras avanzan así entre 15 y 20 km. al día, y las manadas de vacas y yeguas unos 30 km. diarios. Los viajes “a extremos” suelen prolongarse durante 4 ó 5 semanas, algo más durante la bajada de otoño por ser los días más cortos.

Los rebaños trashumantes tradicionales eran de unas 1.200 ovejas o de 300 vacas, precisando para su manejo un equipo mínimo de cinco personas: una delante guiando y parando al ganado, dos en los flancos para evitar que los animales provoquen daños en los cultivos colindantes, y otra a la zaga cuidando de que no se retrase o extravíe ninguna cabeza. La quinta persona es la encargada de reconocer el terreno para prevenir posibles dificultades y de realizar las compras necesarias para el viaje. Hasta principios del siglo XIX, cinco millones de cabezas con 25.000 pastores y otros tantos perros mastines, atravesaban así España dos veces al año por las cañadas. Actualmente, los rebaños suelen ser de unas 3.000 ovejas y las vacadas de unas 600, también con cinco personas, con apoyo de un vehículo todo terreno y la gran ayuda de los teléfonos móviles y de la Guardia Civil para atravesar cruces conflictivos.

Los itinerarios trashumantes han permanecido invariables prácticamente desde hace millones de años, pues los pasos obligados por los vados de los ríos y los puertos de las montañas ya eran utilizados por las manadas de grandes herbívoros salvajes durante sus migraciones. Durante casi 800.000 años, los primeros extremeños que habitaron las cuevas de Maltravieso y de Santa Ana, a ambos lados de la actual cañada de Sancha Brava, convivieron con las manadas de elefantes y de rinocerontes, de toros y de caballos, cazándolos durante sus migraciones entre los valles del Tajo y del Guadiana. Tras la domesticación neolítica, los pastores continuaron estos desplazamientos periódicos con sus ganados, manteniendo así hasta nuestros días la trashumancia ibérica, una de las culturas más antiguas del mundo.

ANTECEDENTES

En los albores del IV Milenio floreció en la sierra de San Pedro una sociedad pastoril aristocrática, hábil con el arco, en el manejo de grandes piedras y en la selección de las encinas con más dulces bellotas. Para honrar a sus difuntos alzaron monumentales dólmenes y sepulcros de corredor, delimitando con menhires los pastos de sus ganados, situados durante el verano en las lejanas parameras y montañas del norte. Hasta allí aportaron también las nuevas técnicas de la domesticación, la cerámica y sus monumentos funerarios, estableciendo alianzas y vínculos de amistad con los otros pueblos peninsulares. La pujanza de esta cultura megalítica fue tal que perduró durante más de dos mil años, extendiéndose desde el suroeste de nuestra península por la mayor parte de Europa.

Una parte importante de la historia de España y de Europa se ha desarrollado desde entonces a través de la sierra de San Pedro. Setecientos años antes de Cristo, las sendas de los pastores comenzaron a ser utilizadas por los mercaderes fenicios, en su búsqueda del valioso estaño para fundir bronce. Ellos hicieron de la Vía de la Plata, entre Cádiz y Gijón, el eje comercial más importante de Occidente. En las humildes chozas de los pastores brillaron las joyas de oro, y tesoros espléndidos como los hallados en Aliseda y en Sagrajas, evocan el arte de los orfebres y el refinamiento de las damas de aquellos tiempos. Nuestros pastores fueron aliados de Cartago en su legendaria ofensiva contra Roma a través de los Pirineos y los Alpes: el gran caudillo Aníbal cruzó la sierra en la primavera del 221, reclutando guerreros con promesas de grandes riquezas “si abandonaban su vida errante detrás de los ganados”. Posteriormente, entre los años 147 y 139, el pastor Viriato dirigió sus victoriosas campañas contra las legiones romanas desde las cañadas de la sierra de San Pedro.

El protagonismo de Mérida durante las épocas romana, visigoda e islámica mantuvo el continuo trasiego de comerciantes y guerreros, de peregrinos y pastores por los caminos de la sierra. Bulas obispales autorizaron a los trashumantes a invernar en los reinos de moros y, tras el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago a principios del siglo IX, multitudes de mozárabes de Al Andalus atestaron estos caminos para visitar Compostela, haciéndola así famosa en el resto de Europa. Las campanas de su catedral atravesarían luego la sierra el año 997, transportadas hasta Córdoba a hombros de cautivos leoneses tras la destrucción de la ciudad por Almanzor. En 1.086, un orgulloso Alfonso VI cabalgó al frente de sus mesnadas por la cañada de Azagala (Zalaca) para reconquistar Badajoz pero, derrotado el 23 de octubre a orillas del Gévora, hubo de retirarse herido hacia Coria mientras los clérigos almorávides llamaban a la oración encaramados sobre los montones de cabezas cristianas.

En 1273, ante los crecientes privilegios de nobles, ciudades y monasterios que entorpecían sus desplazamientos, los pastores trashumantes hermanados en el Concejo de la Mesta obtuvieron del rey Alfonso X “el Sabio” el reconocimiento de sus derechos inmemoriales “para andar salvos y seguros con sus ganados por todas las partes de sus reinos, respetando las cinco cosas vedadas: panes, viñas, huertas, dehesas y prados de guadaña”. Lograron así favorecer el comercio y la industria entre el norte y el sur de España, así como las exportaciones a los restantes países europeos, influyendo decisivamente en la unidad de lengua, de pesos y medidas y en la eliminación de las fronteras de los antiguos reinos medievales, fomentando el desarrollo de otros gremios como los carreteros, navieros, mercaderes y pañeros.

Se estableció entonces la anchura de las cañadas en 90 varas, 75 metros, con cordeles de 37,5 m y veredas de 20 m, que con las coladas, descansaderos y abrevaderos constituyen la actual red nacional de vías pecuarias. Son bienes de dominio público, inalienables, inembargables e imprescriptibles, de los que aún se conservan más de 125.000 km, con más 400.000 ha de superficie, el 1% de todo el territorio nacional. Este extraordinario patrimonio comunica entre sí todas las regiones de España, a disposición de los ganaderos trashumantes que precisen utilizarlo.

LA TRASHUMANCIA EN LA SIERRA DE SAN PEDRO

La importancia que desde siempre ha tenido la sierra de San Pedro para la trashumancia se evidencia por la densa red de cañadas y cordeles, veredas y coladas, que aún enlazan los riberos del Tajo con las vegas del Guadiana (Fig. 1). Muchos de los actuales municipios fueron en su origen aldeas de pastores, con nombres tan representativos como Santiago de los Vaqueros, actualmente Santiago de Alcántara. El territorio se distribuyó en “millares”, de unas 500 hectáreas de extensión, capaces para mantener mil ovejas trashumantes desde finales de octubre hasta finales de abril. Nombres de dehesas como El Millarón o los Cinco Millares han perdurado hasta nuestros días. Azagala, la famosa encomienda de la Orden de Alcántara, llegó a tener hasta 17 millares. En 1.783, la relación de pastos de invierno de la Cabaña Trashumante aún enumera la presencia en Azagala de 10.000 ovejas merinas, además de 3.000 puercos de montanera, 1.500 vacas y 400 yeguas.

La principal vía pecuaria que atraviesa la sierra es la cañada real Soriana Occidental,que une los pasos fronterizos de Badajoz y de Olivenza con las montañas de Urbión, en los confines de las provincias de Burgos, Soria y La Rioja. Su longitud supera los 700 km, que los pastores tardan en recorrer unas cinco semanas. Desde Valverde de Leganés atraviesa el río Guadiana por la ciudad de Badajoz y tras cruzar el río Gévora, se bifurca en Villar del Rey en dos ramales: uno se dirige hacia el norte con el nombre de cañada real de Azagala,y el otro hacia el noreste por la llamada cañada real de Sancha Brava.

La cañada real de Azagala, tras atravesar las espectaculares portillas del Águila y de Alpotreque, bordea la rivera del Zapatón, ahora cola del embalse de Peña del Águila. Aquí arranca hacia poniente el cordel de Piedrabuena, que tras pasar junto al castillo de este nombre permite alcanzar Carbajo, Santiago, Herrera de Alcántara y Cedillo, en la raya de Portugal. Esta cañada cruza en la dehesa de Cantillana el cordel de Aliseda, una arteria fundamental para la comunicación ganadera de toda la vertiente norte de la sierra, pues enlaza la ciudad de Cáceres y su denso sistema cañariego, con Malpartida, Aliseda, Herreruela, Salorino y Membrío, donde se une con la cañada Real Burgalesa.

Vadea luego el río Salor y avanza por los magníficos campos de Brozas, famosos entre los ganaderos de toda España por sus ovejas, sus corderos y la calidad de su lana. La monumental villa de Brozas, con renombrados herreros por su habilidad para forjar ganchos, carlancas y hierros para marcar los ganados, es un importante nudo de vías pecuarias: aquí enlazan la cañada real de Azagala con la de laSierra de Gata a través de lavereda de Alcántara, mientras el cordel de Arroyo de la Luzconduce hacia esta localidad y hacia Malpartida y Cáceres. La cañada real de Azagala continúa por Navas del Madroño y Garrovillas hasta la estación de La Perala y los puentes del Almonte y del Tajo sobre el embalse de Alcántara.

El ramal oriental, entre Badajoz y Cáceres, recibe el nombre de cañada real de Sancha Brava. Tras rebasar Villar del Rey y la Puebla de Obando, vadea el río Ayuela y cruza Valdesalor para llegar al Calerizo, donde se abren las famosas cuevas de Santa Ana y Maltravieso, con sus importantes yacimientos paleolíticos. Ganaderos y ganados deben internarse luego en el laberinto urbano de carreteras, glorietas y avenidas de Cáceres capital, pero donde también confluye una importante red de vías pecuarias, como lascañadas de la Puente Mocha y la de Trujillo, quecomunican hacia levante con lascañadas reales Leonesa Occidental y de La Plata.

Desde Cáceres, con la denominación de cañada real de El Casar,continúa hacia el norte parapasar junto a esta localidad, famosa por la calidad de sus tortas de oveja merina trashumante y la habilidad de sus curtidores de pieles, con hermosas charcas para abrevar el ganado. Pasa luego frente a la estación de ferrocarril de La Perala, que con sus grandes corrales y embarcaderos constituía el lugar favorito de embarque para los ganaderos trashumantes del noroeste extremeño. Tras unirse aquí con el ramal occidental procedente de Garrovillals, atraviesa el embalse de Alcántara por los puentes de Alconétar, difícil travesía por viaductos interminables bordeados de ásperas pizarreras, algo aliviada ahora al haberse desviado parte del intenso tráfico de la N-630 por la nueva autovía A-66, Ruta de la Plata.

Continúa por Cañaveral, Holguera, Riolobos y Galisteo, donde cruza el Jerte junto al hermosa muralla almohade, hacia Valdeobispo y los restos monumentales de la mansión romana de Caparra. Tras pasar Zarza de Granadilla, abandona Extremadura por el puerto real de Abadía, bordeando luego toda la vertiente norte del Sistema Central, por Montemayor, Guijuelo, Avila, Segovia, Riaza, Ayllón y el Burgo de Osma para bifurcarse cerca de Catalañazor en dos ramales principales: uno se dirige al norte, hacia el puerto de Santa Inés y Las Viniegras de La Rioja, y el otro continúa hacia levante hasta cruzar la ciudad de Soria, remontando luego la sierra hacia los puertos de Piqueras y de Oncala, en los confines de Castilla con La Rioja y Aragón.

La otra gran cañada de la comarca es la Real Burgalesa, que nace junto a la frontera portuguesa, en Valencia de Alcántara, dirigiéndose luego por Membrío hacia el norte para cruzar el Tajo por el monumental puente de Alcántara. Tras bordear Piedras Albas y atravesar Zarza la Mayor, Vegaviana y Perales del Puerto, abandona Extremadura por el puerto de Perosín. Desde aquí, por Peñaparda, Fuenteguinaldo, Ciudad Rodrigo, Salamanca, Medina del Campo, Valladolid y Lerma, alcanza las estribaciones de la Sierra de la Demanda, distribuyéndo por diferentes ramales hacia Tolbaños, Neila y Barbadillo del Pez, en la confluencia de las montañas burgalesas, riojanas y sorianas.

Hay que resaltar que estas dos cañadas, la Burgalesa y la Soriana Occidental, son las únicas que atraviesan España en sentido suroeste-noreste, comunicando entre sí las restantes cañadas reales, que discurren fundamentalmente en sentido norte-sur. Esto hace que estas dos cañadas extremeñas sean fundamentales para permitir utilizar a los ganaderos el conjunto de la red nacional de vías pecuarias en función de sus necesidades. En la Fig. 2 se representa esta compleja red, que desde las montañas de todo el norte peninsular convergen en la sierra de San Pedro.

LA TRASHUMANCIA EN TREN

A finales del siglo XIX se completó el trazado del ferrocarril en dos ejes fundamentales para la ganadería trashumante de la sierra: Valencia de Alcántara- Cáceres-Soria y Cáceres-Salamanca-Astorga. Los ganaderos modestos primero y los grandes propietarios después, aprovecharon este moderno medio de transporte para trasladar así sus ganados rápidamente, cubriendo en pocos días trayectos que hasta entonces duraban más de un mes. Esto supuso una verdadera revolución para los pastores, que se evitaban así las penosas jornadas por las cañadas, aguantando fríos y calores, lluvias y tormentas, enfrentados permanentemente a los abusos de labradores, guardas y alguaciles. Las consecuencias negativas para la conservación de las dehesas, los pastizales y la fauna, que tiene el sobrepastoreo durante los meses de mayo y junio, tardarían un siglo en reconocerse.

Las principales estaciones de la sierra, Aliseda, Herreruela y Valencia de Alcántara, nunca dispusieron de embarcaderos para que el ganado pudiera acceder con facilidad a los vagones. Por ello, muchos ganaderos preferían trasladarse andando por las cañadas hasta la estación de La Perala, entre Garrovillas y El Casar de Cáceres. Sus amplios corrales, con burladeros graníticos para manejar incluso ganado bravo, y con muelles bien diseñados que permitían la rápida distribución de las ovejas por los diferentes pisos de los vagones, concentraron durante la última década del siglo pasado más del 60% de todo el ganado cacereño transportado en ferrocarril, unas 20.000 cabezas anuales.

Cada vagón de tres pisos tenía capacidad para algo más de 300 ovejas, por lo que cuatro vagones bastaban para trasladar un rebaño tradicional de 1.200 ovejas, con algunas cabras y sus perros mastines. Cada tren debía constar al menos de diez vagones (3.200 ovejas), por lo que habitualmente era necesario que tres o cuatro ganaderos se pusieran de acuerdo para viajar juntos, colaborando en las labores de embarque. En un vagón cerrado se trasladaban los pastores con su impedimenta, los perros carea, las gallinas y las caballerías. El ganado vacuno se embarcaba en vagones de un solo piso, con capacidad para 20 animales adultos. A mediados de la década de 1990, RENFE suprimió definitivamente este servicio a los ganaderos por sus muchas críticas al estado deficiente de los vagones, a los retrasos que provocaban la mortandad de animales, por el progresivo desmantelamiento de las estaciones rurales y la creciente competencia de los camiones. Al permitir el transporte del ganado directamente desde la finca de origen hasta la de destino, los camiones acabaron con los últimos vestigios de aquellas trashumancias tumultuosas, que cada primavera y cada otoño saturaban durante algunos días las cañadas y cordeles de la sierra con miles de cabezas, arreadas hacia las estaciones de embarque.

El origen o destino estival de los ganados invernantes en la Sierra de San Pedro comprende la mayor parte del cuadrante noroccidental de España, agrupándose en tres comarcas principales: las Sierras de la Demanda, Neila y Urbión, en las provincias de Burgos, Soria y La Rioja. Hasta allí han subido hasta hace tan solo dos temporadas los hermanos Desiderio y Jose Antonio Serrano, de Tolbaños de Arriba, tras pasar el invierno en Membrío a orillas del Salor.

LOS ÚLTIMOS TRASHUMANTES

Lacañada de Sancha Bravaes la única que aún se utiliza de forma regular gracias al empeño y a la afición de un gran ganadero, D. Alonso Alvárez de Toledo, Marqués de Valdueza. Cada primavera, al mediar junio, cabalga al frente de sus trescientas espléndidas vacas avileñas para recorrer en doce jornadas los 360 km. de distancia que separan su dehesa de invernada, Azagala, de los pastos de verano de La Canaleja, en la Sierra de Gredos. Atravesando el corazón de la sierra por Villar del Rey, la Puebla de Obando y El Gaitán hasta Valdesalor, continúa desde aquí por la cañada Real de Trujilloy elcordel de la Puente Mochahasta atravesar la cañada Real de la Plata,en las proximidades del cortijo de Doña Catalina, enlazando finalmente con la cañada Real Leonesa Occidental, junto al puente sobre el río Almonte.

Dando vista a Jaraicejo, esta cañada conduce ya directamente hasta la Sierra de Gredos, tras una semana más de caminar. El último tramo discurre sobre el empedrado de la calzada romana, donde el ganado debe serpentear espectacularmente entre piornales por el sinuoso trazado hasta alcanzar las jugosas praderías de la cumbre. Una jornada más por cordeles y veredas, espantando los soberbios machos monteses que aquí abundan, permite alcanzar luego con los diferentes pastos de verano.

Parecido itinerario seguía hasta hace pocos años D. Alejandro de la Losa con su millar y medio de ovejas merinas, desde las dehesas de invernada en la sierra de San Pedro hasta los pastos de verano de su pueblo natal, Vadillo, junto al puerto abulense de Villatoro, orlado por los verracos vetones de la Edad del Bronce. Su orgullosa presencia al frente del rebaño, que nunca embarcó en tren o en camiones, era familiar en estas cañadas, acompañado a la zaga por su hijo Julio, que ha continuado la tradición familiar trashumando ahora entre Ávila y Madrid.

Otras ganaderías de Valencia de Alcántara, Brozas, Cáceres y Badajoz, que totalizan casi otro millar de vacas avileñas, utilizan también las diferentes vías pecuarias del norte de Extremadura para converger en el puerto del Pico a finales de junio. Desde las dehesas de Badajoz, de San Vicente de Alcántara y de Cáceres, 600 vacas más suben también hacia los pastizales de verano abulenses, tras coronar el puerto de Tornavacas por elcordel del Jerte. Aunque cada vez más esporádicamente, también los puertos de Béjar, de Abadía y de Perales son utilizados por vacas y ovejas para acceder a los pastos y espigaderos de Salamanca, mientras las pastorías de cabras que aún se desplazan por estas cañadas suelen permanecer durante el verano en la vertiente cacereña, aprovechando los montes de Cabezabellosa y de Hervás.

Los últimos censos de referencia sobre los movimientos trashumantes de la sierra se remontan a la última década del siglo pasado, pues el azote posterior de nuevas epidemias propagadas por el pernicioso manejo de la ganadería intensiva, que ha difundido enfermedades como la de las vacas locas, la brucelosis o la tuberculosis, y más recientemente la lengua azul, ligada al cambio climático, ha desencadenado una verdadera histeria sanitaria que dificulta enormemente los desplazamientos trashumantes, acabando con numerosas ganaderías de alto valor genético, ecológico y cultural y arruinando a sus propietarios. Los sentidos comentarios de Ernest Sitges que encabezan este artículo creemos que reflejan inmejorablemente la opinión generalizada de muchos ganaderos españoles.

MOVIMIENTOS TRASHUMANTES EN LA SIERRA DE SAN PEDRO (1993)

ORIGEN
VACAS
OVEJAS
CABRAS
DESTINO
Alburquerque
923


Avila, Salamanca y Cantabria
Alcuescar
110


Avila
Aldea del Cano
80


Avila
Aliseda

950
17
Avila
Aljucen
189


Avila y Salamanca
Arroyomolinos
130


Zamora
Badajoz
342


Avila
Casas Don Antonio
54


Avila, Salamanca y Cantabria
Herrera
1260


Burgos
Herreruela
324
2700
20
Palencia
Membrío

1332
260
Burgos y Soria
Puebla de Obando
310


Avila
La Roca de la Sierra
175


Zamora
Salorino
75
6860
14
Burgos y Palencia
Santiago Alcántara
164


Cantabria y Segovia
San Vicente Alcántara
185
270

Avila, Salamanca y Segovia
Valencia Alcántara
841
1420
80
Avila, Salamanca y Segovia 

LOS PASTORES DE SALORINO Y DE HERRERUELA

Aunque buena parte de los ganaderos trashumantes que invernan en Extremadura son de origen serrano o montañés, y regresan por tanto a sus pueblos durante los meses del verano, en la sierra de San Pedro encontramos una muy notable excepción en los pueblos de Herreruela y de Salorino. De aquí procedían los pastores que, durante muchas décadas, guardaron los rebaños que pastaban durante el verano en las montañas palentinas y cántabras de San Cebrián de Mudá, Los Redondos, Brañosera, Polentinos, Herreruela de la Castillería y el Alto Campoo, en las fuentes del Ebro, del Carrión y del Pisuerga. Hay que considerar el tremendo contraste de los grandes calores y la sequía de Extremadura a mediados de junio con las nieblas, lluvias e incluso nevadas que estas personas debían afrontar a su llegada a las cumbres cantábricas, conviviendo con osos y con lobos, acompañados por los vaqueros de tudancas y los yegüeros que, en sentido inverso suben a estos puertos desde el norte, de los valles bañados por el mar.

Sirvan estas líneas de respetuoso homenaje a los pastores de la sierra de San Pedro que durante tantos años pasaron los veranos en las montañas cantábricas. Aún a riesgo de olvidar a muchos de ellos, y de desconocer sus apellidos, no quiero dejar de mencionar al mayoral Andrés y a Lucio, Francisco, Teodoro, Cirilo y Benigno. Joaquín compartío incluso la majada de Pidruecos con su mujer y sus cuatro hijos, padeciendo en el otoño una tremenda nevada que les obligó a refugiarse en el pueblo de Entrambasaguas. Vicente, Claudio, Higinio y Antonio convivían durante el verano en las cumbres de Herreruela de la Castillería, defendidos nada menos que por 15 perros debido a la abundancia de lobos y de osos en estos montes, y soportando durante meses el tamborileo de lluvia y granizo sobre el infame refugio de chapa de aquel puerto.

Todos ellos dejaron muy alto el pabellón extremeño tan lejos de su tierra. La gente montañesa aún les recuerda con nostalgia y con afecto, inspirando a algunos trovadores, como José Manuel Cuesta, el cartero de Cabuérniga, versos como los siguientes:

Todos van reivindicando esas antiguas cañadas
pa que la oveja merina pueda hacer su trashumancia.
Qué antiguos son los derechos que hoy quieren arrebatarlas
cerrándoles los caminos que cruzaban toda España.
Viva la oveja merina, viva la vaca tudanca,
y vivan los ganaderos que aún hacen la trashumancia.

 


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